Texto y fotos: Vanessa Davies. Foto de apertura: Cortesía Minpesca.
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«Los grandes productores de camarón están en Asia, China, Vietnam, Indonesia, India, a quienes los golpearon más duro que a nosotros. Tenemos una oportunidad de espacios que están dejando esos productores, a quienes se les hace más difícil competir», subraya Eduardo Castillo, presidente de la Sociedad Venezolana de Acuicultura
En el municipio Tubores, en el estado Nueva Esparta, la pandemia cayó como un chaparrón en un suelo ya mojado por la emergencia humanitaria y la hiperinflación. Pero la gente encontró una respuesta en el mar que rodea la isla: el cultivo de algas se convirtió en una fuente de ingresos, asegura Eduardo Castillo, presidente de la Sociedad Venezolana de Acuicultura.
Las algas cultivadas son uno de los rubros para exportación que, a juicio de Castillo, deberían formar parte de un plan nacional de acuicultura. «Tienen la gran ventaja de que son tomadoras de carbono y entran en la economía azul». En el estado Nueva Esparta se ha trabajado con el género Gracilaria, apunta. «Se están exportando 600 toneladas de algas secas» que son cultivadas, recolectadas y secadas al sol, y que se usan «en la industria de cosméticos y en la industria de alimentos».
A escala global la producción de algas ha crecido 50% «y la demanda no ha sido satisfecha», estima este científico nacido en San Cristóbal que decidió estudiar acuicultura en la Universidad de Oriente (UDO) Nueva Esparta. De esas algas se podrían obtener alimentos para animales y aceite rico en omega.
Camarones de granja
«Venezuela es conocida por la producción de camarón blanco del Pacífico» que se cultiva en los estados Zulia y Falcón. El Lago de Maracaibo, por ser un estuario, ofrece buenas condiciones para esa producción. «Hay unas 70 granjas en 20 mil hectáreas» que, el año pasado, «generaron entre 14 mil y 17 mil empleos directos»
En 2024 se produjeron 65 mil toneladas, 60 mil de las cuales se exportaron a países como España, Francia, Estados Unidos y China. «El plan de los industriales es llegar a 600 mil toneladas en 10 años», para lo que necesitan energía, infraestructura y transporte refrigerado.
El especialista sostiene que el agua utilizada en las granjas de camarones «tiene mejor calidad» y, además, «la volvemos a reutilizar», lo que limita escape de animales para el ambiente. Consultado sobre el impacto ambiental, sostiene que las certificaciones internacionales son muy rigurosas en relación con este tema y con el aspecto laboral.
Las medidas de la Administración Trump son, en su opinión, una oportunidad para las exportaciones acuícolas venezolanas. «Los grandes productores de camarón están en Asia, China, Vietnam, Indonesia, India, a quienes los golpearon más duro que a nosotros. Tenemos una oportunidad de espacios que están dejando esos productores, a quienes se les hace más difícil competir. Estamos en una posición más ventajosa». Es una oportunidad para la exportación «de todo» para Venezuela y América Latina, porque algunas de esas industrias podrían tener centros de producción en la región.
Hasta este momento, explica, Venezuela no podía competir con la producción de filetes congelados, porque desde Asia «es muy barato», pero «si los aranceles logran equilibrar la balanza es una oportunidad para nosotros». Pone el ejemplo de Colombia, que produce «300 mil toneladas de tilapia que se vende como filete fresco porque no puede competir», y evalúa que el país podría desarrollar su línea.
El cultivo puede llegar, incluso, a los acuarios, con la producción de especies que se reproducen y se ofrecen para el uso interno y la exportación.
Para todo esto, insiste Castillo, es el plan nacional de acuicultura, que debería partir del diagnóstico de la situación, los estudios necesarios y una revisión de las potencialidades.